IV
Estaciones (zapatos en los andenes)
Huellas
troqueles de un pasado sobre los mismos lugares
marcas de tiempo
rastros de polímero
de charol
de plexiglás
de cuero
Vestigios recientes de calzado desgastado
alpargatas nómadas
sandalias polvorientas
zapatillas bohemias (¡tesoros!)
Tercos y obstinados
los zapatos
nos suben a los vagones
y empeñados de deseo
nos conducen, cabezotas
entre venas paralelas
trampantojos y vías muertas
Coturnos en fila por andenes hastiados de monótona rutina
furgones sonámbulos repletos de pies narcotizados
como asustadas ánimas que atrapa la inercia
veloz
embutiéndolas en túneles
soslayando desniveles
aburrida cadencia
chu-cu chu-cu
chu-cu chu-cu
chu-cu chu-cu
Frías estaciones de trenes nocturnos
búhos de ojos-faroles proyectan
la sombra de roedores fantasma
de vías glaciares
de gente que ves que no te ve
Altavoces,
megáfonos de llegadas y de partidas
de olvidos
de melancolías
pantallas cuenta-tiempo-inverso
cámaras espía de conciencias
de ratas
de sombras de luna llena
y obscuridades de luna nueva
proyecciones quebradizas de uno mismo que nos aterran
Oquedades
En medio de la pérdida del alma somos sorprendidos
por el zumbido de un tren que viene
Escuchamos en la distancia noctívaga
el acompasamiento de la máquina sobre los raíles
que son nuestras propias vidas puestas sobre un punto de fuga
Locomotoras
puertas
escaleras mecánicas
convoyes
oídos sorprendidos
tenores anónimos
sopranos ignoradas
guitarras u
orquestas de cámara sin concertino
Bandas de quita y pon
Eventual conocido que no te saluda
soledades ignotas
corcheas
semicorcheas
claves de fa sin sol
y zapatos
todo lleno de zapatos
mudos
rítmicos
lentos
ajados botines soportando hinojos,
pies
caderas de ancianas,
malhumorados bastones de ancianos
Zapatos
ciudades
trenes
andenes de tiempo: apeaderos de destino
donde los sentimientos se abandonan a la espera del próximo tren
y, agónicos
desean que llegue y
que esta vez no pase de
largo
Los pantógrafos no pueden hablar